¿Qué dice la Biblia sobre los extraterrestres?
:∙.• TRES ENCUENTROS CERCANOS
L os que creen en los ovnis y en los platos voladores suelen citar la Biblia como prueba de que hay
vida en otros planetas. Esto se debe a que, efectivamente, hay tres personajes bíblicos que parecen haber
tenido contacto con seres extraterrestres durante sus vidas.
Dos de ellos, según el texto sagrado, fueron arrebatados y llevados al cielo, y no volvieron nunca
más. Son el patriarca Henoc (Gn 5, 18-24) y el profeta Elías (2 Reyes 2, l-13). De este último se afirma
incluso que fue raptado por “un carro de fuego con caballos incandescentes”.
El tercero es el sacerdote Ezequiel, el cual una noche llegó a contemplar un extraño vehículo del
que descendieron cuatro seres con alas de águila, pezuñas de buey y cuatro caras cada uno (Ezequiel 1,1-
28).
Mucho se ha especulado hasta el día de hoy sobre estos enigmáticos episodios. ¿Adónde fueron
Henoc y Elías? ¿Por qué desaparecieron misteriosamente? ¿Qué fue lo que vio Ezequiel? ¿La Biblia
demuestra la existencia de los ovnis?
• EL “CASO” HENOC
El primer personaje bíblico citado por los creyentes del fenómeno de los ovnis es el patriarca
Henoc, uno de los descendientes directos de Adán, que aparece descrito en el Génesis con características
muy particulares.
Ante todo, porque dentro de una larga lista de patriarcas que vivieron cientos de años, él es el que
menos tiempo vivió.
Segundo, porque sólo llegó a vivir 365 años. Y este número corresponde exactamente a la cantidad
de días que tiene el año, lo cual hace pensar que se trataba de alguien vinculado con el mundo
astronómico.
Tercero, porque se dice de él que “anduvo con Dios”. Cuando la Biblia quiere decir que alguien es
muy bueno, dice que anduvo “delante de Dios” (como Abrahám, Isaac, David), o que anduvo “cerca de
Dios” (como ciertos reyes de Israel). Pero decir que anduvo “con Dios” implica una santidad y una
cercanía a Él extraordinarias.
Finalmente, porque se narra que Henoc no murió, sino que “desapareció, pues Dios se lo llevó”.
Una afirmación realmente sorprendente para las Sagradas Escrituras, las cuales dan a entender que nadie
pueda ir hasta donde Dios está.
• VIAJE ESPECIAL, NO ESPACIAL
¿Quién era Henoc? ¿Por qué “desapareció”? ¿Adónde se lo llevó Dios? Para responder a tales
preguntas debemos tener presente que este patriarca ocupa el 7º lugar en la lista de descendientes de
Adán. Y que el número 7 es una cifra simbólica en la Biblia que significa “perfección”. Ahora bien,
quienes compusieron esta lista genealógica de descendientes de Adán eran los sacerdotes de Jerusalén,
los cuales daban mucha importancia al simbolismo de los números. Por eso, para que ocupara el séptimo
lugar en ese elenco buscaron a alguien con características especiales y en cierto modo “perfectas”. Y lo
encontraron en una antigua leyenda israelita, que relataba la historia de un hombre llamado Henoc, tan
justo y bueno que para que no se contaminara en la tierra, Dios se lo llevó al cielo luego de permitirle
vivir la cifra perfecta de 365 años.
Esta leyenda, que los sacerdotes resumieron y agregaron en la genealogía de Adán, só1o pretendía
decir que Henoc había tenido una especial amistad con Dios, y que había logrado llegar a una cierta
perfección durante su vida. Ver aquí algún tipo de “contacto extraterrestre” es salirse totalmente de las
intenciones del autor bíblico.
• EL “CASO” ELÍAS
Lo que le pasó al profeta Elías es más sorprendente todavía. La Biblia refiere cómo éste, cuando
presintió que su muerte estaba cerca, salió a caminar a orillas del río Jordán en compañía de su discípulo
Eliseo. De pronto bajó del cielo un carro con caballos de fuego que lo arrebató y lo hizo desaparecer en
el aire, ante el asombro de Eliseo y de otros discípulos que contemplaban la escena.
Esta narración, más detallada y dramática que la de Henoc, también alimentó la fantasía de
muchos lectores que no han dejado de preguntarse: ¿quién tripulaba ese carro tan espectacular? ¿Se
hallará Elías en algún planeta? Incluso la tradición judía sigue actualmente esperando el regreso de Elías
para el final de los tiempos.
Pero es sabido que en el Antiguo Testamento el poder Dios suele representarse con la imagen del
carro de guerra, porque ésta era una de las armas más poderosas de la antigüedad.
En este sentido, el salmo 68,18 afirma que “los carros de guerra de Dios son innumerables”. Isaías
dice que “los carros de guerra de Dios parecen un torbellino” (66,15). Y del profeta Eliseo se cuenta que
un día Dios le mandó sus carros de guerra del cielo para defenderlo de sus enemigos (2 Reyes 6,17). Los
carros se describen como “de fuego”, porque en la Biblia ésta es la forma preferida por Dios para
aparecerse entre la gente.
• POR UN FINAL DIGNO
Es decir, que cuando la Biblia habla de “carros y caballos de fuego” no alude a los ovnis ni a nave
espacial alguna, sino que se refiere al poder, a la fuerza, al auxilio que Dios ponía a disposición de los
hombres.
Es ridículo, pues, tomar el relato de Elías al pie de la letra. Se trata simplemente de una narración
poética que quería señalar cómo este gran profeta, el más importante de toda la historia de Israel, tuvo
un final digno de su vida excepcional. Elías había luchado durante toda su vida para mantener la pureza
de la fe israelita, y un personaje así merecía honores de héroe. Pues bien, la tradición, con esta historia
simbólica, se los concedió.
• EL “CASO” EZEQUIEL
Pero el relato bíblico más impresionante es el que aparece en el libro de Ezequiel. Allí se cuenta
que una noche, mientras el profeta estaba mirando al cielo de Babilonia, vio bajar a cuatro seres
rodeados por una nube de fuego. Cada uno mostraba cuatro caras, con forma de le6n, de toro, de águila y
de ser humano. Tenían, además, cuatro alas y piernas terminadas en pezuñas. Observó en medio de ellos
un carro con cuatro ruedas que avanzaban en las cuatro direcciones, cuyas llantas estaban llenas de ojos.
brillaba como el cristal, sobre la cual había un trono de zafiro. Y allí sentada, una figura con apariencia
humana envuelta en fuego y rodeada de un arco iris, cuyo rostro era imposible de distinguir.
El espectáculo impactó tanto a Ezequiel que cayó boca abajo en la tierra sin poder seguir mirando.
Y debió permanecer luego varios días encerrado en su casa, mudo y aturdido (3,15.24.26).
• UN OBJETO VOLADOR SÍ IDENTIFICADO
Pero las imágenes desplegadas en g esta visión resultan fácilmente entendibles para el que conoce
los símbolos bíblicos. Lo que tuvo aquí Ezequiel fue simplemente una visi6n de Dios sentado en su
trono. Es lo que se deduce de todos los elementos empleados.
En efecto, quiénes eran estos seres fantásticos con alas y cuatro caras lo dice él mismo más
adelante (Ez 10,15. 20-22): eran los querubines, figuras fantásticas que según los israelitas acompañaban
a Dios a todas partes, y que por eso eran mencionados cuando se quería .hablar de Él (1 Sm 4,4; 2 Sm
6,2). También se hallaban como adornos en el Templo de Jerusalén (1 Re 6, 23-29).
Las extrañas ruedas no son sino la carroza del Arca de la Alianza, el vehículo en el que siempre se
desplazaba Yahvé. Están llenas de ojos, porque los ojos representan la sabiduría de Dios.
El vehículo tenía como techo una bóveda porque para la Biblia Dios habita sobre la bóveda del
cielo. El fuego rodeaba a la figura para indicar que se trataba de Dios mismos. Y dice que Ezequiel no
puede distinguirle la cara pero igualmente se arroja al suelo, porque según la Biblia nadie puede ver el
rostro de Dios y seguir viviendo.
• CUANDO DIOS VIAJÓ A BABILONIA
E1 mensaje de la visión también resulta fácil de entender, teniendo en cuenta el contexto del
relato. Ezequiel se encuentra en Babilonia, desterrado con un grupo numeroso de judíos, que se sienten
solos y abandonados por Dios (Is 40,27; 49,14). Piensan que el señor vive en Jerusalén, a miles de
kilómetros de allí, y no se entera de sus problemas.
La visi6n, pues, quiere hacerles saber que Dios ya no estaba más en Jerusalén. Que había llegado a
Babilonia en su carro, para que ellos no volvieran a creerse abandonados. La enseñanza del relato es que
Dios se había hecho ahora presente en medio de los exiliados.
Más aún, Dios quería hacerles comprender que de ahora en adelante Él no estaba sujeto a ninguna
ciudad ni a ningún templo (como ellos creían) sino que habitaba en todo el mundo. Por eso se emplea
tanto el número 4 (cuatro seres, cuatro alas, cuatro caras, cuatro ruedas, cuatro direcciones). Porque este
número en la Biblia simboliza el cosmos, el universo entero con los 4 puntos cardinales.
El libro de Ezequiel, pues, no alude en absoluto a fenómenos extraterrestres. Cualquier lector de
aquella época comprendía inmediatamente el sentido de la narración y el mensaje que transmitía.
En ninguno de los tres personajes bíblicos analizados, pues, hay alusión alguna a contactos con
platos voladores.
EL MUNDO DE AQUEL TIEMPO
Existe una poderosa razón por la cual la Biblia jamás menciona a seres de otros planetas, ni lo
podría haber hecho. Y es porque la idea del cosmos que los hebreos tenían era muy diferente a la que
tenemos hoy en día.
inmensas columnas llamadas las “columnas de la tierra” (1 Sm 2,8; Jb 9,6). Éstas, a su vez, estaban
sumergidas en un profundo abismo de aguas (Ex 20,4), pero se ignoraba sobre qué estaban apoyadas en
el fondo.
Creían, además, que el firmamento que se ve arriba en el cielo era tan só1o una cúpula de cristal
celeste (Job 37,18), que se apoyaba en la tierra también por medio de columnas, llamadas las “columnas
del cielo” (Jb 26,11). Del firmamento se creía que colgaban, como de un enorme cielo raso, el sol, la
luna, las estrellas y los planetas (Gn l, 14-15), los cuales cambiaban de posición y rotaban arriba
empujados por ángeles.
Por lo tanto, las estrellas y los planetas en la Biblia son simples adornos del cielo, pequeñas
lámparas puestas por Dios para iluminar a los hombres y orientarlos en la noche. Nunca pensaron que
podían ser mundos inmensos habitados por otras criaturas.
• LAS IGLESIAS CÓSMICAS
Desde que en 1947 el piloto norte americano Kennetb Arnold divisó p por primera vez unos
objetos no identificados en el cielo de Estados Unidos, cerca del Monte Rainier, y les puso el nombre de
“platos voladores”, se desataron acalorados debates en torno a la cuesti6n de los ovnis y de las visitas de
extraterrestres.
Según una encuesta Gallup, cerca de 5 millones de norteamericanos han observado objetos
voladores en el cielo. Algunos incluso afirman haber sido arrebatadas y llevadas a otros planetas.
Pero a pesar de todo lo que se habla y escribe sobre el tema, los científicos aún no han logrado
reunir una sola evidencia sobre el tema, ni tampoco captar señales inteligentes del espacio exterior, por
lo que la existencia de civilizaciones extraterrestres sigue siendo una mera hipótesis científica, lejos aún
de ser demostrada.
Esta falta de pruebas ha llevado a muchos a buscar en la Biblia testimonios de que existen
contactos con seres de otros mundos desde épocas remotas. Y sobre estas bases, poco a poco, fueron
apareciendo sectas y grupos que fomentan el culto a las naves espaciales. Desde 1960 se produjo el auge
de las Iglesias Cósmicas y la devoción a los seres de otras galaxias, con millones de adeptos en el mundo
entero que confían que la salvación vendrá cuando los extraterrestres decidan bajar a la tierra para
llevarnos a sus mundos, tal como lo hicieron con Henoc y Elías, y como le propusieron a Ezequiel. Pero
esto es malinterpretar las Sagradas Escrituras.
• EL ÚNICO QUE LLEGÓ DEL CIELO
¿Existen los seres extraterrestres? La Biblia no lo afirma ni lo niega. Simplemente lo ignora. Y la
ciencia tampoco ha podido hasta ahora aportar una sola prueba. El argumento que más se suele esgrimir
en este sentido es el “cuantitativo”, que sostiene que es imposible que en los cientos de miles de galaxias
que hay en el universo, con sus sistemas solares y planetas, sólo la Tierra sea un lugar habitado por seres
vivos.
Pero no nos dejemos impresionar demasiado por el argumento de la pluralidad de mundos. La
aparición de la vida es un fenómeno de índole “cualitativo”, y su comparación con todo lo que es
meramente cuantitativo tiene poco peso. ¿Acaso Dios no puede amar tanto al hombre y privilegiar su
existencia, al punto de crear todo ese derroche de mundos y de estrellas como adornos para él? ¿Es acaso
absurdo pensar que Dios haya hecho existir una inmensa multitud de astros en un universo en génesis,
para que en un pequeño satélite de uno de ellos se realizara la feliz aparición de la vida, la inteligencia y
el espíritu? ¿La sola existencia de la humanidad no justifica el enorme despliegue de formas inventadas
por la vida en movimiento? Negar esto, al menos como posibilidad, es subestimar el valor del hombre y
disminuir el amor de Dios.
Sea como fuere, lo cierto es que si sólo la tierra estuviera habitada en todo el cosmos, no nos
hallaríamos “solos” en el universo. Porque aparte de los millones de hermanos que tenemos en todas
partes, también vino a nuestra Tierra a visitarnos el Hijo de Dios, Jesucristo. Y vino más allá de las
estrellas, nada menos que de junto a Dios, a poner su morada entre nosotros (Juan 1, 1-18).
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